Publicado por Gurús Mundi el 10 de julio de 2014
La paradoja del pavo es aquella historieta en la que uno de estos animales es engordado y cuidado durante toda su vida por su dueño, con la intención de comérselo en el día de Navidad. La paradoja viene dada por la visión subjetiva de los hechos que tiene el propio pavo, a quien miman, alimentan y cuidan de manera excelente durante toda su existencia. Y nada le hace pensar -si pudieran pensar los pavos- en la víspera de Navidad que ese magnífico dueño le va a cortar el cuello y se lo va a comer al día siguiente, después de toda una vida de atenciones propias del mejor amigo. Qué digo amigo, del mejor padre! Muchos ya conocéis esta historieta del pavo, pero resultará interesante pensar en las opciones de análisis de su situación que habría podido realizar el animal si lo utilizamos como metáfora extrapolable a cualquier inversor, siendo el día de Navidad la metáfora equivalente a una caída de las cotizaciones en la cartera del inversor.
Si el pavo hubiera sido un mero ludópata en vez de un inversor, la víspera de Navidad habría apostado todo su dinero a que al día siguiente su dueño le habría alimentado como de costumbre, le habría aseado el corral y le habría realizado los mimos y cuidados diarios, como siempre desde que el pavo tuvo uso de razón. All in. Todo al rojo.
Si el pavo hubiera sido un inversor que se guiase por el análisis macro, habría confiado en estar alimentado y cuidado en el corral durante muchos años. De hecho sabría de muchas granjas donde sus dueños crían durante mucho tiempo a animales de todo tipo, vacas, cerdos, gallinas, etc. La víspera de Navidad nada le haría pensar que al día siguiente fuera a ser degollado, porque nada de eso está ocurriendo en la mayoría de granjas que conoce a su alrededor. Al contrario, en muchas de ellas, sus dueños facilitan la cría de los animales para que se multipliquen. De hecho, si además se fijase en los flujos monetarios (o sea el vaivén de las grandes masas de dinero que pasan de un tipo de activos a otro), tampoco eso le prevendría del desastre, ya que poco antes de Navidad el pavo analista macro se tranquilizaría al ver que cada día más y más vecinos engordan a pavos en su misma aparentemente acomodada situación. Su reflexión podría ser: "Si todos hacemos lo mismo y vamos en el mismo barco, qué peligro puede haber?". Quizá querría aprovechar (junto con el pavo analista técnico del que hablaremos a continuación) el timing de los cuidados, tratando de ir cada día a una casa distinta para aprovecharse al máximo de los días en los que cada dueño ofrece a sus pavos la mejor comida o el mejor mimo. Pero eso es algo muy difícil de acertar de manera consistente, y probablemente les privaría de disfrutar también de los mejores días de sus propios dueños, a la vez que les estresaría y afectaría a su correcto desarrollo. En cualquier caso, llegaría el día en que alguno de esos dueños lo vería ya suficientemente rollizo y se lo zamparía de manera inmediata. El análisis macro, pues, difícilmente le prevendría de lo que le espera al día siguiente, a no ser que tuviese conocimiento de las tradiciones culinarias de las fiestas de guardar de su dueño, que además serían tan cambiantes como la geopolítica y las finanzas en este New Normal. Y eso es algo que, por desgracia, prácticamente ningún analista macro consigue de manera sostenida en el tiempo.
Si el pavo hubiera sido un inversor que se guiase por el análisis técnico, habría apostado también por la continuidad del buen trato indefinidamente, engordando más y más, sin preguntarse en absoluto porqué ese dueño le regala una vida tan lujuriosa. Si hasta hoy ha sido así, no vería motivo para que mañana fuera a cambiar. De hecho, trazaría lineas y canales ascendentes en gráficos con estadísticas de todo tipo: Su peso, talla, volumen de comida disponible, cuidados por parte de su dueño, número de pavos rollizos en el vecindario, etc, etc. Todas estos análisis técnicos le confirmarían que no hay ningún motivo para dejar de ser optimisma. Sólo habría comenzado a desconfiar de su futuro cuando hubiera visto rodar las cabezas de unos cuantos pavos del vecindario, suponiendo que permaneciese atento a lo que sucede a su alrededor. Pero probablemente su reacción llegaría demasiado tarde, cuando su dueño empuñase ya un cuchillo ensangrentado. O quizá habría comenzado a desconfiar demasiado pronto, ante la muerte -natural o no- de algún pavo vecino, cuando él apenas todavía era un polluelo con el que disfrutaban jugando los niños de la casa. Eso le habría inducido a escaparse y morirse de hambre y frío mucho tiempo atrás, desperdiciando la alimentación, el cobijo y los mimos que sus dueños le han regalado durante todo este tiempo. Quien sabe si escapándose ante el primer incidente prematuro de cualquier pavo vecino, habría ido a dar con sus huesos en el corral de algún dueño peor, que se lo habría comido mucho antes sin ni tan siquiera alimentarlo durante un tiempo. Quizá habría elegido una casa donde viese comer sólo verdura a su dueño, aunque en realidad fuera tan solo por el hecho de haber comido demasiado pavo últimamente y estuviera a dieta de manera circunstancial. Es lo que tiene ser un pavo reactivo. Sin razonar ni hacerse preguntas fundamentales puede malinterpretar los acontecimientos, y por tanto reaccionar de manera incorrecta, absurda y/o temeraria.
Si el pavo hubiera sido un inversor guiado por el análisis fundamental, se habría preguntado el motivo por el cual su dueño gastaba tanto dinero y tiempo en su bienestar. Durante su etapa de polluelo podría tener sentido, ya que los niños de la casa jugaban con él, como una mascota doméstica. Era en cierto modo un quid pro quo. Pero en los últimos meses su peso, su plumaje y su cuerpo de adulto rollizo no eran más que inconvenientes para la familia. Los niños ya no disfrutaban de un animal tan grande, con sus correspondientes parásitos, olores, defecaciones y una creciente necesidad de más y más cantidad de comida. Esos eran los hechos objetivos y fundamentales. El pavo ya no aportaba nada a la familia, tan solo costes y sacrificios. Por lo tanto, el pavo analista fundamental, cada día habría dudado más y más de la continuidad de su situación. No sería sostenible su situación indefinidamente porque no sería en absoluto razonable. Le habría dado igual que el resto de pavos vecinos estuvieran ciegamente confiados a pesar de estar en su misma situación de opulencia injustificada. No tendría sentido su situación, a no ser que su dueño estuviera a punto de obtener una compensación radical por tanto sacrificio. Por lo tanto, el pavo analista fundamental habría comenzado a desconfiar más y más de su dueño, preparando una salida a pesar de tener la plácida vida de siempre y más comida y cuidados que nunca. Cuando él se hubiera considerado lo suficientemente fuerte y desarrollado como para salir de ahí, lo habría hecho sin dudar. -Que el último manjar se lo coman otros- pensaría -Yo ya he tenido un desarrollo saludable y suficiente-. La mayoría del resto de pavos vecinos seguirían su lujuriosa vida tachando al pavo fundamental de idiota. Pero lo que no puede ser, no puede ser, o al menos es insostenible en el tiempo.
Metáforas aparte, los inversores que no quieran correr por los mercados como pollo (o pavo) sin cabeza, no deben perder nunca de vista la relación entre la cotización y el retorno empresarial de sus inversiones. Poco o nada importan los análisis técnicos o macroeconómicos cuando estamos invirtiendo en negocios cuyo precio multiplica sus beneficios anuales mucho mas allá de lo razonable. No tiene ningún sentido mantener las acciones de una empresa cuando cotizan a 18-20 o más años de beneficios (si no hay previsión de que éstos se disparen en los próximos años, claro está), a pesar de que los análisis técnicos o macros pronostiquen la prolongación de la subida hasta el infinito y más allá. El día de Navidad llegará tarde o temprano para los pavos más obesos y lujuriosos, o sea las acciones más sobrevaloradas. Y entonces las pérdidas serán irrecuperables.
Del mismo modo, invertir en buenos negocios estables a múltiplos de tan sólo 3, 5 o 7 años de beneficios, aprovechando cualquier pánico bursátil (léase por ejemplo crash 2008 o bolsa de Rusia en la actualidad), es una garantía de buenas plusvalías a medio plazo. No importa lo que digan los análisis técnicos o los flujos monetarios. Ser socio de negocios estables a precios baratos es y será una buena inversión. Esta es una ley universal, el único y verdadero Norte que debe guiar nuestra vida inversora.
Algunos dirán que el mejor pavo inversor es aquel que realiza un análisis combinado, fundamental, macro y técnico. Suena bien, y por tanto se vende muy bien este concepto. Pero es muy difícil creer que dejarse influir por el hecho de ver más y más vecinos con rollizas mascotas embriagadas de optimismo días antes de Navidad, o ir saltando de casa en casa, pueda hacer tomar una decisión más acertada al pavo que analiza correctamente los fundamentales. Más bien diría que lo pueden confundir y alejar del rigor necesario para evitar ser el plato principal de Mr. Market el 25 de Diciembre. Y en los Mercados la Navidad suele llegar justo cuando menos te lo esperas.