martes, 21 de junio de 2011

ESPAÑA

Con el permiso expreso de Alberto Artero (smcoy) el confidencial publicamos a continuación su articulo de hoy:
España, en parálisis terminal, más cerca que nunca de ser intervenida.-
21/06/2011


El post de hoy es un grito desesperado a quien corresponda. Se sitúa en las antípodas de la utopía socialdemócrata de las huestes del Movimiento Indignados. Aterriza, por el contrario, en lo que esta España hidalga, de riqueza aparente y bolsillo tieso, en permanente huida de sus propias deudas, necesita tras muchos años viviendo por encima de sus posibilidades. Y eso es análisis, decisión y ejecución de todo lo necesario para ajustar nuestro modo de vida, privado, público, a la realidad imperante y devolver, más antes que después, la esclava financiación ajena sobre la que se edificó nuestro fugaz sueño como nación. Resulta curioso cómo una parte de la protesta ciudadana la encabezan precisamente aquellos que se niegan a salir del mundo onírico en el que se habían instalado, pleno de derechos y ausente de obligaciones.



Como hemos insistido tantas veces en este blog, es hora de actuar. Perentoria, inmediata, urgentemente. Todo lo que no avanza retrocede y, si nos atenemos a lo que refleja la prima de riesgo española, vamos hacia atrás como los cangrejos. Es verdad que, a día de hoy, inciden factores ajenos a nuestra economía, como el difícil atolladero griego. Da igual. En términos de política interna, las medidas adoptadas hasta ahora, en temas clave y decisiones más superfluas, dejan mucho que desear. Son un puedo pero no quiero, que no al revés. Y el castigo inversor internacional así lo refleja. De ahí que haya pasado el tiempo de marear la perdiz a ver si escampa. O de consentir colectivamente las trampas en el solitario de quien nos quiere dar gato de pequeño apaño por liebre de reforma estructural. No hay margen de maniobra. Ya no.



Tal encrucijada se produce en un momento absolutamente miserable del poder legislativo, para que luego nieguen algunos la mayor de la Crisis de Estado. La prioridad del partido en el gobierno pasa por tratar de minimizar en próximos comicios su reciente debacle electoral, para lo cual necesita un margen temporal que imposibilita cualquier adelanto de las Generales. Está aún muy reciente el hundimiento que dejó el socialismo como un erial. Van a tratar de no tropezar dos veces en la misma piedra. Mientras, como ya escribimos en estas mismas líneas, lecha al PP es de goma, demonización de banca y riqueza, y apuesta por un espíritu reformista light que contente a los mercados -como si estos tuvieran las mismas tragaderas que el votante local- e impida que se eche la calle en su contra, que una cosa es la democracia como enemiga y otra el PSOE. Un panorama de conveniencia aterrador para los próximos ocho meses.



En la acera de enfrente las cosas no están mejor. El PP es consciente que su única opción real de acceder al Ejecutivo pasa por una mayoría absoluta a la que no convienen mensajes de alarma social. Se impone la ceremonia de la confusión en la que abundan los discursos pero escasean las concreciones, donde priman los guiños frente a la cruda exposición de los números. Poco consuelo parece el que Rajoy siga desgañitándose internamente con sus promesas de alineación de intereses en todos los ámbitos geográficos, de políticas de ajuste que vendrán acompañadas de respuesta social o de la segura llegada de la tecnocracia al poder. Suena a viejo ya antes de salir de las paredes de Génova. Ha renunciado a acometer un proceso de educación del electorado a cambio de asegurarse el puesto. Una postura igual de timorata que la anterior que puede frenar la necesaria acción en muchos ayuntamientos y regiones. No hay que asomar la patita.



El resultado es que el uno por el otro lo que se percibe dentro y fuera de España es que la casa se está quedando sin barrer. A la espera de acontecimientos, se palpa en los agentes sociales y ciudadanos en general un estado de parálisis permanente en términos económicos que dificulta la toma de decisiones, ralentiza las inversiones y condiciona las acciones con el consecuente impacto macro. Un estar a la expectativa con el terrible convencimiento de que, por omisión o por acción, lo peor está desgraciadamente por venir. Cuatro años después de iniciada la crisis, que se dice pronto. Unas circunstancias que aproximan el tren de nuestras finanzas a una estación a todas luces indeseada: la de su intervención financiera, hasta hace bien poco muy improbable. Cada día que pasa, el grito de “más madera” de Groucho Marx, resuena con renovado brío mientras la locomotora nacional acelera su trayecto hacia el desastre ante la falta de soluciones efectivas. Se podría evitar simplemente recuperando el significado de responsabilidad en el ejercicio de la función pública, como cabeza visible o mera alternativa. Diría que no es mucho pedir pero suena casi a un imposible. Así nos ha ido, nos va y nos puede ir.