Pocas veces el público puede asistir a la génesis de un nuevo espectáculo de su artista preferido. Pero los afortunados que consigan una entrada –están casi agotadas- para acudir la noche de este sábado al patio del Museo Carmen Thyssen de Málaga disfrutarán de esta experiencia con la bailaora malagueña Rocío Molina, quien trabaja en un montaje de danza libre basado en improvisaciones que estrenará a finales de 2014.
A sus 26 años, a Rocío Molina, Premio Nacional de Danza, se le ha quedado pequeño el estudio. Después de cosechar grandes éxitos en los principales festivales flamencos del mundo y de maravillar en el City Center de Nueva York hace un par de años al legendario bailarín Mijaíl Baryshnikov -quien se le postró a los pies mientras alababa su actuación-, Molina ha decidido sacar su arte a la calle. “Un escenario en el que puede ocurrir lo que sea”, asegura, y en el que no está sujeta a las convenciones del estudio de baile.
De ahí el nombre de este proyecto: Danza impulsiva. Un estudio sobre la improvisación, trabajo que ya le ha llevado a realizar sus improvisaciones en parques, cárceles, castillos, fuentes y riberas de Londres, Nueva York, París, Madrid o Barcelona.
Una búsqueda de nuevos estímulos que presenta por primera vez en Andalucía, en su Málaga natal, ciudad en la que se prodiga poco –porque los programadores culturales no cuentan con ella-, y que el próximo noviembre le llevará a Sevilla.
Y lo hace atraída por la pintura del cordobés Julio Romero de Torres, cuya obra se exhibe en una muestra temporal en el Museo Carmen Thyssen. “Cuando Rocío Molina visitó el museo el año pasado quedó fascinada y prometió volver. Para nosotros es una satisfacción doble. Por un lado, contar con ella, una de las mejores bailaoras del momento cuya danza aúna sensibilidad y fuerza, y, por el otro, que el museo sirva también de inspiración a los artistas”, asegura la directora de la pinacoteca, Lourdes Moreno, sobre la participación de Molina en el cicloEl sueño flamenco de Julio Romero de Torres, que dirige Francis Mármol.
“Con estas improvisaciones salen cosas muy bonitas, movimientos distintos, que te sorprenden. Llevamos ya un año y nos queda otro más con el proyecto de Danza impulsiva. Cada sitio te inspira algo distinto y de todos saco momentos que formarán parte del nuevo espectáculo”, explica la bailaora, que en su parada malagueña dice buscar inspiración “en la figura y obra de Romero de Torres, un cantaor frustrado que logró una fuerte conexión de su obra con el flamenco”.
Otro aliciente que motivó a Molina es volver a actuar junto a dos de sus maestros, el cantaor Gitanillo de Vélez y el guitarrista Rafael El Cabezas. “Gitanillo de Vélez fue mi cantaor de pequeña, el que me enseñó a bailar los palos flamencos. Me apetecía recordar mis inicios a través de su voz, de su potencia y aprovechar su sonido para realizar mis improvisaciones”, explica la artista sobre su actuación en el museo. “Es un encuentro con el público muy especial y único. No se volverá a repetir nuca”, concluye Molina.