Por Silvana G.
Los peores augurios se han cumplido. El fanatismo y la barbarie de los islamistas radicales ha dejado un reguerode destrucción en la mítica Tombuctú (Mali). Poco antes de abandonar la ciudad, que ha sido reconquistada porlas tropas francesas y malienses, las milicias yihadistasincendiaron su biblioteca que albergaba cientos demanuscritos medievales de un valor incalculable. A estapérdida irreparable, se suma el derribo de variosmausoleos que sucumbieron a la sinrazón de estosgrupos el pasado año. Desgraciadamente, parte delPatrimonio artístico y cultural de la legendaria urbe,protegida por la Unesco, ha desaparecido para siempre.
Hace unos dos años, después de un viaje a Malí, escribíalo siguiente:
"Muchos viajeros se sienten decepcionados cuando llegana la mítica Tombuctú. Poco queda de aquella gran ciudaden el camino de la ruta de las caravanas. Del oro y de laslujosas mercancías que un día inundaron mercados, callesy plazas. De su esplendor pasado. Otros, en cambio, sesienten fascinados por el simple hecho de que haya sidocapaz de sobrevivir durante siglos en medio de la nada,lejos de cualquier vía de comunicación principal. Yfascinados, también, por la actitud estoica de sushabitantes, en su mayoría tuaregs, aferrados a suidentidad y a su ciudad en un medio tan hostil, enconstante lucha diaria con el desierto que les castiga confrecuentes tormentas de arena. Hoy, la legendariaTombuctú es una ciudad adormecida, decadente ypolvorienta. Solo sus majestuosas mezquitas, susmausoleos o algunas casas nobles nos recuerdan que undía fue un centro comercial, cultural y religioso de primerorden".
Paradojas de la historia. Tombuctú, que ha hecho frente a todo tipo de adversidades durante siglos, ha acabado sucumbiendo al fanatismo de las milicias islamistas radicales, que han borrado del mapa algunos de los últimos tesoros artísticos de la mítica ciudad. Aprovechando el vacío de poder tras el golpe de Estado en Mali y la revuelta de los tuaregs para reivindicar su independencia, Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y el grupo Ansar Dine conquistaron Tombuctú la pasada primavera.
Las primeras consecuencias no se hicieron esperar: decenas de desplazados y la destrucción de algunos de sus monumentos más emblemáticos, con siglos de antigüedad. Tombuctú, conocida como la ciudad de los 333 santos, contaba a principios de 2012 con dieciséis mausoleos de santos. Los fundamentalistas, armados con picos y azadas, y cegados por una fiebre destructora, acabaron con nueve de estos lugares sagrados en tan solo unos días. El motivo: la peregrinación a estos santuarios, muy popular entre los habitantes de Tombuctú que profesan la versión sufí del islam, va contra esta religión.
En estos momentos, y recién reconquistada la ciudad, se desconoce la suerte de los otros mausoleos, pequeñas construcciones de adobe coronadas por una cúpula, y que formaban parte del Patrimonio de la Unesco desde 1988.
Otro de los grandes tesoros de la ciudad también ha sido destruido. La biblioteca de Tombuctú guardaba cientos de manuscritos preislámicos y medievales que versaban sobre materias tan diversas como astronomía, anatomía o música, materias que chocan con la visión retrógrada del islam de estos grupos radicales. Poco antes de abandonar la ciudad, fue pasto de las llamas.
Afortunadamente, las mezquitas, entre ellas, la "gran mezquita" de adobe del siglo XIV, parece que están intactas.
Tombuctú, conocida en su día como la "Atenas africana", hizo fluir riadas de sueños de gloria y riquezas en la imaginación de aventureros y exploradores occidentales. La fundación de la ciudad se sitúa entorno al año 1100 de nuestra era, cuando un grupo de tuaregs se asentó alrededor de un pozo que poco después se convertiría en un campamento permanente. Pero fue en el siglo XV cuando comenzó la época dorada en este inhóspito rincón del planeta, entre el Sahel y el Sáhara.
Tombuctú se convirtió en el principal centro urbano del comercio caravanero de la ruta transahariana entre el golfo de Guinea y el Mediterráneo. Miles de dromedarios paraban aquí cargados de cobre, textiles, zinc y, sobre todo, de sal, el producto más preciado que era intercambiado por oro.
La sal procedía de Taghaza, al norte de la ciudad, en pleno desierto. Los yacimientos de oro eran abundantes en los reinos del Africa tropical en el sur. Y Tombuctú estaba en medio. Junto al oro y la sal, el tráfico de esclavos era el otro pilar del comercio caravanero.
Entonces se forjó la leyenda de Tombuctú. Se decía que su riqueza era tal que las calles de la ciudad estaban pavimentadas con oro. Tombuctú, siempre entre el mito y la realidad. Pero, más allá de la leyenda, lo que sí es cierto es que la ciudad conoció un gran desarrollo económico en poco tiempo. Paralelamente, florecieron las artes, la cultura, la ciencia...
Se convirtió en un importante centro de estudios islámicos, un lugar de referencia para todo el mundo musulmán. Se construyeron numerosas "madrazas" o escuelas coránicas, mezquitas, casas nobles. Poetas, filósofos, científicos....recalaban aquí siguiendo la estela de la mítica Tombuctú..
A finales del siglo XVI, la conquista de la ciudad por parte del ejército marroquí marcó el inicio del declive de Tombuctú. En el siglo XIX, la ciudad ya había perdido toda su grandeza. Y con la colonización europea llegó su sentencia de muerte: los nuevos señores no tenían ningún interés ni económico ni comercial en Tombuctú.
De su época dorada sólo perviven algunos edificios majestuosos como la mezquita de Djingareiber o "gran mezquita". Diseñada en el siglo XIV por un arquitecto andalusí, Es Saheli, es una mezquita de adobe construida sobre una estructura de madera. Otro monumento destacado es la mezquita de Sankoré que fue en su momento una de las universidades islámicas más prestigiosas del mundo. Llegó a tener hasta 2.500 alumnos. Mausoleos y casas históricas de aire morisco, con bellos portales de madera y tiradores ricamente tallados completan la oferta artística de Tombuctú. Y poco más. Hay que dejar correr mucho la imaginación como hicieron los exploradores occidentales para adivinar cómo era la ciudad en su época de esplendor.
Desgraciadamente, algunos de los últimos vestigios de la legendaria Tombuctú, que habían logrado sobrevivir durante siglos, se han perdido para siempre.