Cuando se selecciona a un líder, los electores basan su decisión en varios factores, y entre los que más puntúan se encuentran la honestidad y el grado de confianza que generen. Pero ¿qué sucede una vez que los líderes alcanzan el poder? ¿Podemos confiar en que lo ejerzan en beneficio de la sociedad y no en el suyo propio?
John Antonakis y sus colegas de la Universidad de Laussana se propusieron dar respuesta a esta pregunta empleando métodos experimentales con los que distinguir los aspectos situacionales y la componente individual. Su intención era determinar si el poder corrompe o si en cambio son los individuos corruptos los que se hacen con el poder.
Tras completar test psicométricos que medían las diferencias entre los participantes, incluyendo su nivel de honradez, se realizaron experimentos jugando al "juego del dictador". En este ejercicio se da al lider el control total en la toma de decisiones para realizar ciertos pagos, que puede hacer tanto a sí mismo como a sus seguidores.
Los hallazgos derivados de este trabajo, mostraron que aquellos que puntuaron más bajo en las mediciones previas de honestidad, exhibieron un comportamiento más dado a la corrupción, algo que parece lógico y que ya se esperaba. Sin embargo, los experimentos terminaron también por mostrar que, habiendo pasado el tiempo necesario, incluso aquellos que habían puntuado alto en honradez terminaban por quedar desprotegidos frente a los corruptos efectos del poder.
Tal y como puede leerse en el abstract del trabajo, los investigadores suizos emplearon juegos experimentales incentivados para manipular el poder del líder, tanto él como sus seguidores tenían que hacer valer su voluntad. Los líderes tenían plena autonomía para decidir los pagos a su mismos y a sus seguidores. Tembién podían tomar decisiones prosociales (en beneficio del bien público), o antisociales, abusando de su poder, lo que reducía los pagos totales para el grupo pero aumentaba los ingresos propios.
En el estudio 1, con una muestra de 478 participantes, se descubrió que tanto el número de seguidores como las elecciones discrecionales tomadas por el líder predecían de forma independiente su nivel de corrupción. En el estudio 2, con una muestra de 240 colaboradores, se analizó cómo el poder y las diferencias individuales (por ejemplo: la personalidad, o las hormonas) afectaban a la corrupción del líder con el paso del tiempo. Sorprendentemente el poder interactuó con la testosterona en la predicción de la corrupción, que fue mayor cuando tanto el poder del líder como sus niveles de testosterona eran altos.