París principios del siglo XX, Pablo Picasso y su grupo de amigos conocidos como 'La bande à Picasso', se reúnen en un restaurante. Son los poetas Jean Cocteau, Guillaume Apolinaire, Max Jacob, André Salmon, los pintores "El aduanero Rousseau", Georges Braque y Juan Gris, artistas que vivían o frecuentaban Le Bateau-Lavoir, un hostal sin baño en el barrio de Montmartre que se convirtió en una comuna, cantera del arte moderno.
Todos habían venido al París bohemio en busca del sueño artístico y la fama. 'La Ciudad de La Luz' (la Ville lumière) en esa época es el lugar de peregrinación de artistas de todo el mundo.
No se sabe muy bien el lugar, ni la fecha exacta de esta anécdota; pudo haber sucedido en el Café La Coupole de Montparnasse, o cuando Picasso vivía en la rue des Grands-Augustins (El taller donde pinto el Guernica), o tal vez cuando Picasso se había trasladado al sur de Francia.
Fue tras el opíparo banquete donde habían bebido y comido hasta la saciedad, mientras comentaban sus últimas conquistas, hablaban de sus cuadros cuando llego la cuenta. En ese momento se hace el silencio, todos miran a Picasso haciéndose los locos. Entonces el genio retira los platos, los cubiertos, botellas y restos de comida del mantel. Toma su pluma y realiza un dibujo en un servilleta, llama a la dueña del restaurante para pagar con el dibujo los gastos, la propietaria se alegra y pide a Picasso que le firme el dibujo. A lo que el pintor malagueño responde: "Estoy pagando el almuerzo, no comprando el restaurante".