CRÓNICAS MÍNIMAS
Manuel Conthe
mconthe@yahoo.com
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El lema del Marigold
En su conocido libro El cisne negro, el economista Nassim Nicholas Taleb señala que los jugadores de casino profesionales y los especuladores en Bolsa tuvieron casi siempre buena suerte en sus primeras apuestas: fue esa ilusión de haber sido "seleccionados por el destino" la que les dio confianza para perseverar en esa profesión. La decepción de quienes, por el contrario, tuvieron al principio mala suerte, hizo que dirigieran sus pasos por otros derroteros profesionales más provechosos.
La maldición de los favorables principios
Un fracaso al principio puede tener efectos saludables, al obligarnos a ser realistas y no sucumbir a ese exceso de confianza que la psicóloga americana Ellen Langer denominó en 1975 la "ilusión del control". Yo lo comprobé durante un viaje en familia a Las Vegas, cuando en el casino del hotel Bellagio me sentí obligado a jugar 30 o 40 dólares al blackjack y tuve la suerte de perderlos de forma casi instantánea, lo que nos permitió pasar el resto de la tarde visitando la ciudad, esa gran Disneylandia para adultos. Del peligro de los buenos comienzos nos advirtió Baltasar Gracián en el pensamiento 59 de su "Oráculo manual y arte de la prudencia": "En casa de la Fortuna, si se entra por la puerta del placer, se sale por la del pesar, y al contrario. Atención, pues, al acabar, poniendo más cuidado en la felicidad de la salida que en el aplauso de la entrada. Desaire común es de afortunados tener muy favorables los principios y muy trágicos los fines".
Fue, por desgracia, lo que nos pasó en España con la moneda única: el euro nos produjo un exceso de confianza, nos permitió disfrutar, durante casi una década, de unos tipos de interés demasiado bajos, nos produjo un grave endeudamiento externo y nos hizo olvidar que vivir en una unión monetaria, sin moneda ni Banco Central propios, exige mayor flexibilidad económica y prudencia que la necesaria con moneda propia. Por eso perdimos competitividad internacional, familias y empresas se endeudaron en exceso, y no advertimos que la socorrida referencia retórica al "dinero de los contribuyentes" debería ser pronto sustituida por otra al "dinero de quienes prestan al Estado".
El acicate de las humillaciones
El actual Gobierno y su presidente, el Sr. Rajoy, agotado el efecto balsámico de las grandes inyecciones de liquidez del Banco Central Europeo, parecen haber franqueado "la puerta del pesar". El corresponsal en Madrid del Financial Times, Víctor Mallet, bajo el título "El desencanto ha descendido sobre Rajoy" describía así el tránsito este sábado: "Las malas noticias en la eurozona y los propios errores del Gobierno, al unirse, han hecho mella en su credibilidad, fuera y dentro de España".
Si el PP hubiera conseguido mayoría absoluta en Andalucía tal vez quienes ahora critican el retraso en la presentación del Presupuesto lo habrían elogiado como una sagaz estratagema política para controlar esa Comunidad Autónoma. Pero no es descartable que esa pérdida de credibilidad de España refleje en parte la imagen vacilante que con frecuencia transmite el Presidente Rajoy y el riesgo de que la indolencia le haga sucumbir al populismo de su propio partido. Esa pérdida de credibilidad -manifiesta no sólo en el aumento de la prima de riesgo, sino también en las críticas y desprecios de políticos, autoridades y analistas extranjeros- agrava nuestros males, pues encarece nuestra financiación sin el efecto tonificante de la depreciación de la propia moneda. Pero esa humillación internacional y la vulnerabilidad que engendra debieran ser también acicate de un esfuerzo supremo para reformar nuestra economía y adaptarnos a una unión monetaria en la que ingresamos sin estar bien preparados.
El esfuerzo requerirá no relajar ni un ápice la reforma laboral ya aprobada, y dar primacía al criterio de los empleadores sobre el de los empleados; someter a un draconiano análisis coste-eficacia todos los programas de gasto público, sin tabúes, pero aceptando las singularidades de Cataluña y del País Vasco; ser implacables con los defraudadores de impuestos y adoptar subidas selectivas de impuestos como mecanismo auxiliar de ajuste; e imbuir, en fin, en los ciudadanos la convicción de que sólo un porcentaje pequeño de ellos podrán vivir del Estado: el bienestar de un país no puede descansar en las intenciones benevolentes de sus políticos o los derechos adquiridos de sus ciudadanos, sino en la prosperidad y competitividad de sus empresas. Debiéramos actualizar la frase de Kennedy: "No preguntes lo que el Estado puede hacer por ti. Hazte autónomo o empresario y pregúntate cuántos empleos e ingresos impositivos serás capaz de generar para el resto del país".
El arte de la esperanza
Imbuir esperanza en cualquier colectivo desmoralizado es un difícil arte que exige unas dotes de convicción, empatía y comunicación que sólo algunos grandes políticos dominan -el Churchill de la 2ª Guerra Mundial sigue siendo el arquetipo contemporáneo-. El dilema estriba en que, como escribe un médico americano, Peter Úbel, "no debemos privar a la gente de esperanza; pero debemos tener cuidado en aumentarla tanto que posterguemos su adaptación a la vida real".
Hay ecos de ese principio y de las enseñanzas de Gracián en El exótico hotel Marigold, una entretenida película sobre las peripecias de un grupo de jubilados británicos que optan por irse a vivir a lo que creen es una gran residencia en Jaipur (India) rehabilitada por uno de sus propietarios, el jovencísimo Sonny. El simpático, pero desorganizado emprendedor local -a quien da vida Dev Pattel, el protagonista de Slumdog Millionaire- acuña y repite un lema que, digno de un sofista, garantiza el éxito al perseverante: "Al final todo saldrá bien; y si no, es que aún no es el final" ("It will be alright in the end, and if it's not alright then it's not the end"). Los españoles debemos tener fe en que, al final del camino de reformas que nos espera, si la coyuntura e instituciones extranjeras nos apoyan saldremos de la crisis que padecemos; pero ese final feliz tardará tiempo en llegar si, "buscando el aplauso en la entrada", no adoptamos las reformas radicales que precisamos.
Presidente del Consejo Asesor de EXPANSIÓN y 'Actualidad Económica'