Si la reforma del sistema financiero tenía un objetivo (“lograr que el crédito vuelva a las familias y las empresas”, en palabras del ministro De Guindos) lo cierto es que nueve meses después, nada de nada.
El crédito no sólo no se ha recuperado, sino que, por el contrario, cae
en picado. Hasta el extremo de que en septiembre, según los datos del propio Ministerio de Economía, la financiación al sector privado ha retrocedido un 6% en términos reales. Es decir, sin inflación.
Se trata, con diferencia, de la mayor contracción
del crédito desde que existen series históricas. Y para hacerse una
idea de lo que supone hay que tener en cuenta que incluso en el año 2009
-pocos meses después del hundimiento de Lehman Brothers y en medio de una recesión superior a la actual- el crédito al sector privado se comportaba mejor.
El flujo efectivo
-lo que realmente llega a los agentes económicos- está creciendo ahora a
un ritmo del 1% en términos nominales (con inflación), lejos del 4% que
aumentaba en los años más duros de la anterior recesión. La causa tiene
que ver, lógicamente, con el deterioro de la demanda solvente
debido al agravamiento de la situación económica (más desempleo y
empeoramiento adicional del consumo), pero también con las necesidades
de liquidez por parte de las administraciones públicas, que literalmente se están comiendo el poco crédito disponible. A lo que hay que unir las propias dificultades del sector financiero para dar créditos en plena recomposición de sus balances para ganar en solvencia.
En concreto, la financiación del sector público está creciendo
a ritmos ligeramente superiores al 15%, incluso por encima de 2011. La
tasa es extremadamente elevada si se tiene en cuenta que en el conjunto de la eurozona
los préstamos a las administraciones públicas están creciendo sólo un
1,7%. Lo paradójico es que la aceleración de la demanda de crédito
público se produce en España en un contexto de restricción presupuestaria.
O dicho en otros términos, el estancamiento de la recaudación está
siendo compensado con mayores apelaciones al mercado para financiar el
abultado déficit. Algo más de 100.400 millones de euros el año pasado.
Como consecuencia
de ello, mientras que el sector privado de la economía detrae 2,6
puntos al crecimiento del crédito, el público aporta 3,6 puntos, lo que
refleja una clara divergencia. Se está produciendo un claro ‘efecto expulsión’ que tanto preocupaba al ministro Montoro en tiempos de la oposición.
Un problema europeo
La
restricción del crédito, en todo caso, no es un fenómeno exclusivamente
español. Aunque en ningún país de los grandes de la eurozona se produce
con tanta intensidad. Según datos del Banco Central Europeo (BCE), la
tasa de variación interanual de los préstamos al sector privado
(ajustada de ventas y titulizaciones de préstamos) siguió descendiendo
en septiembre hasta el -0,4 %, desde el -0,2 % registrado en agosto.
En palabras del BCE, la moderación de la dinámica de los préstamos refleja “la debilidad de las perspectivas para el PIB, una mayor aversión al riesgo
y el ajuste en curso de los balances de hogares y empresas”, lo cual
influye negativamente en la demanda de crédito. El BCE matiza que,
incluso, “en algunos países de la zona del euro, la segmentación de los mercados financieros y las restricciones
sobre el capital de las entidades limitan la oferta de crédito”. Es
decir, que no todo se debe a la menor demanda de crédito solvente debido
a la crisis económica, sino que hay causas más profundas.
El
racionamiento del crédito se produce, además, en un contexto de
descenso de los tipos de interés. Los últimos datos oficiales reflejan
que el tipo medio de los préstamos a hogares se situó en septiembre en el 3,18%, por debajo del 3,46% de 2011.