martes, 20 de julio de 2010

ESPAÑA

Publicamos con el permiso expreso de su autor mcoy -Alberto Artero. el articulo publicado en el confidencial........

"Este es el lodazal en el que nos movemos", el drama de España.

@S. McCoy - 16/07/2010


He de reconocer que la política española sólo sale de Guatemala para meterse en Guatepeor. El problema es que lo hace ante el silencio aborregado de una ciudadanía que da la sensación de haber tirado ya la toalla. Para la mayoría de los no alineados el Debate sobre el estado de la Nación volvió a ser un espectáculo lamentable, lugar donde la encendida defensa de lo indefendible por parte de uno se encontró con la difusa inconcreción de su alternativa por parte del otro. Como protagonista, un Estatut que, aun siendo trascendente, interesa a un porcentaje residual de la población, más preocupada por el empleo, la fiscalidad y el estado del bienestar. Es lo que tiene esa trágala que es la Política de Pactos, máxima manifestación de la primacía de la permanencia en el poder frente al servicio a la sociedad de nuestros representantes públicos. Ande yo caliente, ríase la gente. Y el pueblo, que la siga chupando, Maradona dixit. Todo vale con tal de conservar la poltrona. Y como la rebelión es valiente, vamos adocenados hacia el hundimiento. Luego, no se me quejen.


Tradicionalmente se ha identificado a los hombres de bien como gente con principios, aquellos que se marcaban una ruta y ponían su libertad y su voluntad al servicio de tal fin para alcanzarlo. En las sociedades menos organizadas se convertían en líderes naturales, puntos de referencia de sus vecinos gracias a su búsqueda del bien común, sentido de la justicia y capacidad de arrastre. No era tan importante su solvencia intelectual. Importaban más la vertiente humana, el nivel de empatía y su conocimiento del fondo de los problemas, que se iba retroalimentando por mor de la experiencia. El ejemplo más representativo eran los llamados jueces de paz, especie en vías de extinción. Depositarios en muchos casos del derecho consuetudinario, aplicaban de modo consistente el sentido común. Se trataba de profesionales que devenían en políticos –depositarios de la voluntad popular- por accidente, en una suerte de democracia natural. Al estar en la vida privada, su prioridad era la mejora de las condiciones de vida de sus próximos, por encima de cualquier otra consideración. El ejercicio de su función era un paréntesis de su vida laboral, no remunerada y al servicio de los demás.


En muchos de los primeros gobiernos de la Transición figuraron personas de este perfil. Gente que sacrificó tiempo, prestigio y, en algunos casos, fortuna por hacer de España lo que ahora es. El cambio de Régimen vino envuelto con la esencia de la verdad, consenso incluido de superar el pasado y mirar cuanto antes al futuro. Con el paso del tiempo de la política de profesionales se pasó a un legislativo y ejecutivo lleno de profesionales de la política, que el orden de los factores sí altera el producto. Gente que ha hecho de la permanencia en puestos públicos un modo de vida, sin más cualificación intelectual que su capacidad de asumir discursos como propios y medrar en los pasillos. Individuos que, en muchas ocasiones, fuera del ámbito de la Administración a duras penas podrían desempeñar puestos de responsabilidad. Sin formación, sin idiomas, sin mundo. Y lo que es peor, sin criterio. Revuelve las tripas ver cómo se resuelven los Congresos a la búlgara en España, cómo al discrepante se le aparta y se impone el pensamiento único. Las ovaciones en el Congreso fruto del reproche, la ironía, la descalificación y no de la idea, la propuesta, el acuerdo ponen los pelos de punta. ¿En manos de quién estamos? Borregos al servicio de un líder, elegidos por borregos llevados al matadero. Nosotros.


Se ha denostado la idea del relativismo moral por el hecho de que viene de la Iglesia, pero es concepto apasionante. Se traduce en el ámbito laico por una cualidad a la que ya hemos hecho referencia con anterioridad: la consistencia. Es lo mínimo que se le ha de pedir a un político, junto con la honradez. Y es justo lo antagónico al oportunismo desde el que se nos gobierna, función de la siguiente elección. Para el barco que no sabe a dónde va, cualquier rumbo es el correcto. Esa ha sido la gran tragedia de nuestro país en estos últimos años y ésta es la desesperante realidad que nos puede esperar en el futuro. Falta de criterio de largo plazo, ausencia de referencias y referentes. Ya saben por qué no se acometen reformas estructurales en España: porque no hay un criterio de conveniencia nacional por encima del interés personal de quien ha de decidir. Por eso ni uno las ejecuta, ni otro las propone. No hay narices. Y, ¿saben lo peor? Que duermen con la conciencia bien tranquila al carecer de un ideal con el que compararse, de una guía de actuación que determine, más allá del resultado de las urnas, su éxito o su fracaso. La papeleta justifica los medios. Este es el lodazal en el que nos movemos, el drama de España. Me hablan ustedes de sociedad civil. Cada vez más. Es su hora. Olvídense del mal menor y empiecen a “cobrar” caro su voto, recuperen la dimensión social de aquellos que ejercen el verdadero liderazgo promulgando sus mensajes, rechacen la linealidad y defiendan la excelencia. Dan verdaderas ganas de tirar la toalla. Precisamente por eso, no es momento de hacerlo. Buen fin de semana a todos