miércoles, 7 de julio de 2010

Ricos a crédito y parados pudientes marc vidal

Con el permiso expreso de El Confidencial reproducimos a continuación el articulo de Marc Vidal

Dicen que la crisis económica despierta contradicciones. La incertidumbre laboral es la más dramática de sus consecuencias y ésta, a su vez, suele llevar asociada una reducción intensiva en el consumo. La contradicción parece ser que, a la vez que la crisis se acentúa, aumenta el ahorro famliar. Se suele reducir gasto por necesidad y por precaución y por eso tanta retención de líquido provoca que se acumule dinero en los bancos. Dicen que la tasa de ahorro en España ha sido gigantesca. Al parecer, el mito de que la gente ha decidido poner a “buen” racaudo su capital, aportándolo como ahorro transfiriéndolo a sus cuentas, ha calado durante un par de años. Dicen…


La verdad es otra menos técnica. Los nuevos ricos parados depositaron sus finiquitos y se convirtieron en una especie de ahorro dinámico que engordó las estadísticas de depósitos en los bancos y cajas. Pero, a medida que éstos no encuentran trabajo y los subsidios se acaban, toca retirar ese dinero y empezar a adminstrarlo para, simplemente, comer. El ahorro familiar ha empezado a moderar su crecimiento. De hecho, no había dejado de crecer en todo este tiempo y aumentar a medida que se ampliaban las listas de desempleados curiosamente hoy mismo.

En la desgracia de quedarse sin empleo hay mucho que rascar. Evidentemente es algo dramático que se vive de diferentes modos. Unos solicitamos el día después de quedarte en paro la liquidación completa de tu prestación en un pago único para emprender algún proyecto inmediatamente, otros deciden ir cobrándolo poco a poco y esperar una buena opción o formarse mejor, un grupo amplio suele gastarse el finiquito en algo de diversión con la excusa de quien se miente a sí mismo de “a mal tiempo buena cara” y, finalmente, un grupo importante de listillos elabora un “sofisticado” plan de viabilidad familiar: meter el finiquito en el banco, cobrar cada mes su compensación y, con algunas chapucillas en “b”, acabar disponiendo de una renta suficiente para sobrevivir bien. El efecto técnico es que hay un ahorrador más, que no agrede al sistema, que consume algo menos pero que se enquista en el modelo ranqueante de la economía sumergida complementada por los que sí pagamos impuestos.

Yo denomino a estos últimos como los “parados ricos”, aficionados a la buena vida con menos glamour que sus primos, los “pudientes a crédito”. Son especies hermanadas por dos genes: el del idiota biológico y el del miserable arrogante. Hace tiempo que ya no se les ve por las calles. Ya no pasean. La lista de negocios cerrados, panaderias en traspaso, comercios sin comercio y heladerías heladas es cada vez más intensa. Las ciudades van tomando el tono gris cemento de la carne cuando se muere.

Los ricos a crédito se liaron la manta a la cabeza y decidieron ser arrogantes con el suelo de cristal. No podían abandonar su “tren de vida” aunque para ello precisaran de vivir arropados por una póliza de crédito que no pensaban dejar de renovar nunca. Eso no pudo ser y la póliza se murió, y con ella también se murió la buena vida, y los viajes y ese coche tan grande y ese colegio tan caro y esas cenas repletas de anécdotas de crucero y maquillaje francés.

A la mierda todo, a la mierda con sus mentiras y sus tarjetas de crédito sofocadas, a la mierda cada una de las idioteces que hemos tenido que aguantar de aquellos que iban de triunfadores descapotados, a la mierda con los que aseguraban que su última promoción les estaba reportando un beneficio que insultaba a la inteligencia, a la mierda con todo lo dicho y lo escuchado, a la mierda con las niñas guapas que sólo gastaban en marcas sin sentido ni orden, a la mierda con los que pensaron que sus negocios no requerían esfuerzo, valor y compromiso, a la mierda por los que tuvieron en sus manos la opción de mejorar su entorno y sólo mejoraron su trono. Como diría Fernando Fernán Gómez, ¡a la mierda!

Pero ahora les toca a los que también se sintieron ricos cuando les despidieron y con la carta de despido les tatuaron un cheque por varias decenas de miles de euros y se sintieron inmensamente poderosos. Nunca tuvieron tanto dinero junto, pues lo gastaban continuamente, de repente se vieron con liquidez, sueldo público (subsidio de paro), se sintieron funcionarios y sin obligaciones laborales. De vez en cuando se aferraban a sus “chapuzas” como el modelo de negocio ideal. Ahora todo eso se está acabando. Que se preparen esos charlatanes de mesita de bar, esos bovinos intelectuales de cafetín. Bienvenidos a la mayor montaña de estiércol que sus señorías, nuevos ricos, ricos paletos y ricos de visa oro colapsada, hayan visto jamás. Tocaba ponerse en marcha y no lo hicieron.

Pasará por sus malas cabezas, por la imprevisión y por la codicia del estúpido, del que cree que podía triunfar en la vida con poco esfuerzo y a costa de la bondad de los demás. Se les llenaba la boca de palabrería de enjuague bucal y ahora no saben identificar de dónde vienen las hostias. Lo siento, pero ahora es tiempo de ideas, de talento, de reconversión del conocimiento y en ese escenario no hay sitio para los patanes, es momento de aquellos que se juegan su patrimonio, su dinero y su futuro a una carta, pero que se niegan a esperar a que alguien les solucione lo que sólo ellos pueden solucionar.