jueves, 9 de febrero de 2012

BANKIA - LA CAIXA

Reproducimos a continuación, con su permiso expreso, el artículo firmado por Alberto Artero (S.Mcoy), en EL CONFIDENCIAL.

Cómo y cuándo se producirá la fusión Caixa-Bankia


S. McCoy 09/02/2012 06:00h


En el libreto de la fusión Caixa-Bankia estamos en los actos centrales. Tras el flechazo inicial, es hora de solventar las dificultades que plantea la unión de los enamorados, con sus dimes y diretes, idas y venidas, antes de que se consume el enlace en la apoteosis final. Los autores de la trama se encontraron, de repente, a finales del año pasado con que habían ido demasiado lejos, demasiado rápido cuando aún quedaban múltiples flecos por resolver: la reforma que pergeñaba el nuevo gobierno popular, las necesidades de saneamiento de la firma madrileña y el papel de Rodrigo Rato. En tanto se van despejando tales incógnitas, los protagonistas se han instalado en una comprensible fase de negación, llamándose andana de cualquier interpelación que sobre el particular se les realiza.
Sin embargo, hay un guión escrito del que esta misma semana vamos a conocer las primeras líneas.
En el diseño banco bueno-banco malo realizado por las preclaras mentes del investment banking nacional, las preferentes emitidas por las distintas cajas se dejaron en BFA, matriz de Bankia. Un error de bulto, hablamos de 4.200 millones de euros, que impiden a la cotizada hacer lo que sus competidores inmediatos: convertir tan discutibles valores (imprescindible el artículo publicado el martes por Fernando Gomá en El Confidencial, El cinco veces nulo negocio de las participaciones preferentes) en otros instrumentos de capital y alcanzar de este modo los niveles de saneamiento exigidos por el Ministerio de Economía y Competitividad.
¿Un problema insalvable? Impossible is nothing en el mundo de las finanzas. A grandes males, grandes remedios. Lo que está encima de la mesa es una ampliación de capital en Bankia por esos cuatro mil y pico millones, suscrito en su integridad por BFA. Las nuevas acciones serían utilizadas, precisamente, para canjear las preferentes de modo tal que sus gestores matan tres pájaros de un tiro: entran cuatro mil y pico millones de recursos propios en Bankia a añadir a los 6.000 de capitalización bursátil que actualmente se reparten de forma casi idéntica entre minoritarios (3.000) y BFA (3.000); se consigue sanear la filial aunque sea mediante un mero cambio de cromos (esos 4.200 millones antes de impuestos se acercan mucho a lo que puede necesitar la institución); y BFA se queda con un porcentaje de participación que le permite seguir controlando la entidad sin necesidad de aflorar minusvalías ni convertirse en fundación. ¿Cuánto? 3.000 millones sobre un total de 10.000, un 30%...
Harina de otro costal es el impacto dilutivo sobre los minoritarios de la firma cotizada y el deterioro del balance de BFA que pierde tesorería por el lado del activo y financiación a largo plazo por el pasivo, difícil de conseguir en el momento actual. Pero, llegados a este punto, ¿quién defiende a los primeros? Y, sobre todo, ¿alguien duda de que BFA terminará en manos del Estado? Su última auditoría es de cierre de 2010 y no hay fecha para la siguiente. Sobran los comentarios.
Sigamos. Sería entonces, y solo entonces, cuando entraría en juego La Caixa, comprando con efectivo el 30% de Bankia en manos de BFA. Y si puede ser el 29,9% mejor a fin de evitar sobresaltos de opa. Una operación mucho más digerible que le convertiría en hereu del gobierno corporativo de la entidad, con capacidad para hacer y deshacer minimizando riesgos. Cabrían entonces dos opciones para Fainé, Nin y cía: un aterrizaje suave a través de due diligence interna que le permita ver cómo está el patio y establecer al cabo del tiempo una ecuación de canje a los minoritarios de Bankia sobre la base de lo observado, menos recomendable, o que el intercambio por acciones de CaixaBank se hiciera de manera simultánea a su desembarco, mundo ideal que le permitiría acometer, a nivel operativo, el ajuste definitivo de su propia actividad. Sobre la base, eso sí, de las dificultades para solucionar con esta integración el problema conjunto de mix de negocio, bajo nivel de beneficios pre provisiones y, por ende, escasa rentabilidad de los activos estrictamente bancarios.
Si se valorara Bankia a 10.000 millones, escenario irreal que excluye cualquier efecto de la dilución antes comentada en la cotización, sus actuales accionistas ex BFA se quedarían con un 28,2% del nuevo mega banco.
Queda Rodrigo. Cabreado como está como una mona porque sus conquistas ante Rajoy y Montoro -inclusión en el Real Decreto de la posibilidad excepcional de abordar operaciones de concentración que hagan crecer el balance un 10% frente al 20% de regla general- han sido echadas por tierra por el puenteado De Guindos a través de las oportunas filtraciones a los medios -Unimm no, querido, que para eso tienes Banco de Valencia-, compungido por una rebaja salarial que, frente a lo especulado por algunos, le echa más en brazos del onírico Morfeo catalán -¿se arriesgará, prestigio aparte, a ver sus emolumentos reducidos a 300.000 euros si finalmente requiere de ayuda estatal directa?-, persuadido por la alternativa de presidir una de las Top-10 nacionales de la mano de su nuevo socio, consciente de que para muchos ha pasado de ser, tras su incursión financiera nacional, más una liability que un asset lo que deprecia su prestigio con el paso de los días, ¿permanecerá en la trinchera? Ustedes mismos.
Como decíamos al inicio, en la trama de este teatrillo estamos en fase de despiste. Todos están interesados en ganar tiempo. Unos, para abaratar la transacción; el otro, para forzar la mejor de sus salidas como mal menor. No se dejen engañar por la ceremonia de confusión y enredo que caracteriza el nudo de cualquier tragicomedia. El desenlace final está escrito. Al tiempo.