domingo, 5 de agosto de 2012

G.Lombardia:*LA HISTORIA DEL BAMBU*

Hay algo muy curioso que sucede con el Bambú y que se convierte en no apto para impacientes: uno siembra la semilla, la abona y se ocupa de regarla.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable.
En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años.A tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, al séptimo año y en un periodo de apenas seis semanas la planta de bambú crece más de 30 metros de altura. ¿Tardó sólo seis semanas en crecer?
No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas para desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.
Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es el resultado del crecimiento interno y éste requiere de tiempo.
Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.
Es tarea difícil convencer al impaciente, que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y coherente y saben esperar el momento adecuado.
De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo.
Y esto puede ser extremadamente frustrante.
El triunfo no es más que un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.
Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al chofer del taxi, nosotros mismos vamos rápido a ninguna parte.
Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos enfermedades que provienen de la ansiedad, del estrés.
¿Para qué?
Propongo tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación y la TOLERANCIA, gobernar aquella toxina llamada impaciencia, la misma que nos envenena el Alma.