“Deficits mean future tax increases, and politicians who create deficits are tax hikers”, Ron Paul.
La prima de riesgo sigue a 450 puntos básicos, tras unos presupuestos con más dudas que respuestas.
Esta semana publicaba El Confidencial que España volverá a revisar al alza el déficit de 2011. Hablamos constantemente de recuperar la confianza de los mercados, pero esa confianza no se va a conseguir con revisiones presupuestarias constantes. Se conseguirá con números mejores de lo esperado. No por Mario Draghi, presidente del BCE, sino por números. Por eso, me preocupa la agresiva voracidad impositiva y la generosidad en mantener un Estado hipertrofiado.
Los Presupuestos de 2013 son un paso, pero insuficiente
Decía el ministro que “es imposible que España haya perdido 70.000 millones de ingresos solo por la crisis”. Con la caída del número de empresas de 155.000 a 135.000, la reducción del número de casas construidas de 650.000 a 150.000, el desplome de la actividad industrial de un 2% anual y la subida del paro al 24%, lo que me parece admirable es que solo haya caído esa cifra.
Mientras centramos la gestión económica en la búsqueda de ingresos de burbuja inmobiliaria perdidos y que no volverán, el inversor percibe que nos olvidamos de los riesgos a medio plazo.
Voracidad recaudatoria con posible impacto a medio plazo
Casi la mitad del ajuste de presupuestos es, de nuevo, actividad recaudatoria que reduce el consumo, empobrece a las empresas y evita la generación de empleo.
En un análisis reciente, JP Morgan alertaba sobre aspectos claves: pérdida de depósitos, caída de actividad industrial, pobres márgenes empresariales y estanflación. La perdida de depósitos es menor a lo que se estima en la prensa, que anunciaba casi 120.000 millones, pero nunca deberíamos subestimar 30.000 millones como “irrelevante”.
Por otro lado, en España quiebran una media de 1.500-2.000 empresas al trimestre. Además, el IPC se dispara al 3,5% cuando el PIB decrece. Esteriesgo de “estanflación” –inflación con recesión- puede ser muy peligroso para la economía. Y la combinación nos lleva a unos presupuestos que se perciben como extremadamente onerosos para el consumo y la actividad empresarial por el enorme aumento de los impuestos. Todo ello en un entorno en el que los márgenes empresariales han decrecido hasta hacer que gran parte de las grandes empresas y PYMEs generen márgenes por debajo de su coste de capital. La estructura económica sigue siendo enormemente rígida y los aumentos de impuestos se reflejan en los precios inmediatamente. Añada usted una tasa de paro del 24%.
Mientras el déficit de las administraciones públicas sigue preocupando, también hay que resaltar lo positivo, y en julio se registró un superávit por cuenta corriente –la diferencia entre pagos e ingresos por operaciones reales, actividad comercial con el exterior- de 500 millones. Esto es importante porque, de confirmarse como duradero, implica que España reduce su dependencia financiera del exterior.
Hay que valorarlo, pero no hay que olvidar que es, en parte, fruto de la incapacidad de seguir importando debido a la caída de la demanda industrial. España sigue sin ser competitiva y las reformas estructurales tienen que atajar la sangría de empresas, la rigidez y la erosión de márgenes empresariales por voracidad recaudatoria.
Si no se crean empresas, si las PYMEs no ganan, los bancos no financian, la deuda aumenta, los beneficios se deterioran más… y las empresas no contratan. Y los parados no consumen.
Si impedimos a nuestras empresas y ciudadanos ser más ricos, empobrecemos al país
Goldman Sachs, en un informe inusualmente duro para un banco tan diplomático, llamaba a los presupuestos 2013 “running to stand still” -refiriéndose la canción de U2 sobre la drogadicción, “correr para quedarse en el mismo sitio”-. Y al mercado lo que le preocupa es que se den unas expectativas de ingresos fiscales (+4,4%) a todas luces optimistas. Porque los gastos -al tiempo- no serán menores a lo anunciado, pero los ingresos, con mucha seguridad, caerán por debajo del objetivo.
Por ejemplo, la sensibilidad a dos partidas es monstruosa. Si no se aumenta la recaudación por IVA en un 13%, como han presupuestado, y a mí me sale que no aumentará –ya saben, por perdida de consumo-, el aumento de ingresos estimado sería casi cero.
Si las transferencias a las Comunidades Autónomas adelantadas en 2012 vuelven a “pedirse” en 2013, supondrán otros 12.000-16.000 millones, más o menos, de gasto adicional. Es decir, si las comunidades vuelven a pedir adelantos y no se recauda más por IVA, como demuestra la curva de Laffer, el impacto sobre el déficit del Estado es casi equivalente a unos 16-20.000 millones.
En cuanto a objetivos, parece que hemos caído en la misma trampa de gobiernos anteriores. Se han dado unas estimaciones de crecimiento de PIB (-0,5%) que ningún analista considera conservadora. El rango de consenso para 2013 está entre -1,2% y -2%. Pudiera ser –mira que lo dudo- que, por una vez, el gobierno tuviese razón; pero, si así fuera, ¿no debería aprovechar la oportunidad para generar confianza dando estimaciones en línea con el consenso de economistas para luego batir las expectativas? Batir las estimaciones es esencial. Porque si no batimos –no cumplir, ojo, batir- los objetivos, la ansiada confianza no llega.
El objetivo debe ser de gasto máximo, no de “déficit” y menos “sobre PIB”
Evitemos suspicacias sobre las estimaciones de ingresos. Si el Estado diese un objetivo máximo de gasto y cada vez que se desviase se pusieran en marcha las medidas de corrección, veríamos la confianza emerger. Si el objetivo es de “déficit sobre PIB”, se enmascara la mala ejecución presupuestaria con ratios manipulables y se cae en el riesgo de que nos vean como a Grecia o Portugal.
¿Austeridad? ¿Dónde?
Lo que me parece más importante resaltar es que estos presupuestos, como los del 2012, no se pueden calificar de austeros, ni los recortes, de agresivos. El gasto público sube un 5,6 %. Me repiten una y otra vez que el problema es “por el coste de la deuda”… Como si el coste de la deuda fuera un extraterrestre que ha bajado en un ovni sorprendiendo a la población. Como si no se pagase o no fuera la consecuencia del despilfarro.
Pues bien, en cualquier caso, el gasto primario, excluyendo el coste de la deuda, cae solo un 0,6%. Lo de eliminar transferencias no me vale porque el presupuesto que viene vuelve la “sorpresa”.
Esto no es austeridad, es, como mucho, ligera moderación presupuestaria
Y repito, no sé qué persona calcula su presupuesto familiar diciendo “vamos bien si quitamos el coste de la hipoteca”. Esto no son recortes, son ligerísimas revisiones de gastos excesivos.
Y conviene resaltarlo porque hay una enorme diferencia. España va a seguir gastando, todas las administraciones públicas, casi un 20% más de lo que ingresa. Y sigue gastando más de lo que ingresa con o sin el coste de de la deuda, llevándonos a tener que refinanciarnos –pedir prestado- en cantidades desorbitadas.
La diferencia entre el lápiz rojo y el bofetón rojo de la Troika
Parafraseando a Art Laffer, si me dan un lápiz rojo y los presupuestos, reducimos el déficit a cero en una semana. Cobro en deuda del Estado. Ahora en serio, la reducción de la deuda, no del déficit, es la única solución. Y eso solo se hace desde el gasto. O lo harán por nosotros, pero lo harán injustamente y mal.
Es importante repetir una y otra vez que el Estado y las Comunidades Autónomas deben reducir los gastos absolutos, de manera mucho más severa, que el Estado no puede suponer un 56% de la economía –incluidas empresas públicas- y que, categóricamente, no podemos gastar un 20-25% más de lo que ingresamos.
Por responsabilidad nacional y de una vez, tiene que haber recortes serios en el gasto político. Los presidentes de Comunidades Autónomas o ministros no pueden tener más asesores –cada uno- que David Cameron. Porque supongo que quieren ser reelegidos y, políticamente, no solo es más efectivo hacer caso a las exigencias de la gente sobre gasto excesivo, es que la represión financiera –subir impuestos- no da para más y nos lleva a la recesión profunda.
El proceso de consolidación fiscal español no va a ser creíble, ni factible, si no se reducen estructuralmente las partidas de gasto más grandes.
El lápiz rojo, ya. El Estado puede atacar inmediatamente cuatro partidas:
. Salarios públicos, con un gasto superior a 100.000 millones. Tenemos un gasto por salarios públicos superior a la media de la UE pero un número de funcionarios por ciudadano menor a la UE (Eurostat). ¿Qué ocurre? Que hay mucho patrón para tan poco marinero. Me repugna que todos los partidos, IU incluida, rechacen una propuesta de limitar los sueldos de alcaldes y concejales para que –¡oh, calamidad!- cobren menos que el presidente del Gobierno, el mismo día en que se manifiestan miles de personas.
. Asesores y administraciones duplicadas, que, según el Círculo de Empresarios y el PP cuando estaba en la oposición, supera los 22.000 millones de euros. Incluso si fuera la mitad, sería obsceno.
. Inversiones improductivas: según los presupuestos del Gobierno central de 2012, la inversión directa en infraestructuras –ya saben, AVEs inútiles, ciudades de las artes, y otras- asciende a 11.000 millones. Según el último Programa de Estabilidad, la formación bruta de capital fijo -que incluye más que infraestructuras- para el total de administraciones públicas fue del 2,8% del PIB en 2011, y se espera otro 1,0-1,2% en 2012 y 2013. En un país donde las infraestructuras nos salen por las orejas.
. Subvenciones: La cantidad en 2011 era de 11.300 millones y aun en 2012 y 2013 se espera que superen un 0,8% del PIB. Si buscamos entre transferencias y ministerios, llegamos fácilmente a los 15.000 millones. Si estamos en recesión y no hay dinero debe recortarse mucho más.
Por supuesto, televisiones públicas con más empleados que Telecinco, radios públicas a centenares con más empleados que Onda Cero… Si atacamos a las subvenciones y a las duplicidades administrativas, evitamos el “hachazo” del “rescate” –préstamo- que implicaría mirar a las tres partidas con gasto superior a los 30.000 millones y cercenar, sin importar a quién y cómo. Los que piden el rescate olvidan que con él vienen:
. Pensiones, donde se genera un gasto superior a 100.000 millones. Podrían sufrir recortes muy significativos.
. Prestaciones por desempleo, donde se genera un gasto de unos 30.000 millones.
. Despido de funcionarios -no recortes de pagas extra o salarios- masivos, que, además, por las ineficiencias políticas, se darían en los marineros y no en los patrones, hundiendo aun más la competitividad del sector público.
El impacto en las empresas
El impacto sobre las empresas españolas de los presupuestos no es irrelevante. En un análisis muy interesante, Ahorro Corporación mostraba las empresas más expuestas a España –en azul- y a actividades intensivas de capital- en gris-.
El impacto de los presupuestos, si asumimos que la caída del PIB no es del 0,5% sino el 1%, ronda entre un 5 y un 7% de los beneficios netos. Menos recaudación por IRPF, menos crecimiento, menos empleo.
En el Roundtable de Cotizalia que próximamente publicará este medio, decía Manuel Balmaseda que estos presupuestos deberían tener el objetivo de reducir la prima de riesgo.
Debemos saber que el riesgo país no se reducirá si se incumplen presupuestos de ingresos a la baja, de gastos al alza, se acumula deuda por una estructura estatal improductiva y se sobrevive con préstamos de urgencia del BCE a corto plazo y sin ningún tipo de control sobre su concesión. Secorre el riesgo de que el sistema no solo sea recaudatorio y confiscatorio, sino insolvente … Y que el inversor, sea financiero o industrial, perciba que ese riesgo es inasumible.